Perdonar y olvidar.
Siendo esta una premisa cristiana, debo entonces confesar que no puedo serlo. Tengo una imposibilidad de olvidar las cosas que me lastiman, las acciones que otros hacen sobre mí y que me han herido física, moral, emocional o psíquicamente. Solo tengo la falsa idea, que si lo recuerdo, no seré inocente, ingenua o tonta otra vez. Pero, soy inmensamente tonta y continuo dando confianza indeterminadas veces hasta que una especie de desdén hace desilusionarme y perder el respeto por el otro.
Hoy amanecí con ganas de escribirlas, de escribir esas cosas que me han herido a fin de poder sacarlas de mí, exorcizarlas, echarlas de mi cuerpo, de mi memoria para que dejen de perturbar –las que aún perturban- o con la intención de que una vez fuera ya no envenenen mi corazón, que estoy buscando de sanar, liberar, de reconstruir los pedazos dejados en el camino de las heridas a medio sanar.
Escasos son los que se escapan de esta lista. Tal vez, es que siendo yo tan severa, ninguno o muy pocos han actuado completamente “bien” conmigo. Ese “bien” según yo lo entiendo, desde mi ética y mi percepción personal de la vida.
Una de las cosas que no puedo olvidar es cuando organicé una despedida para una de mis “mejores amigas” y ella prefirió ir a una discoteca dejándome con la comida comprada y los invitados convocados –los cuales no asistieron ya que la ojomeniada del momento no iba a estar-. Otra situación fue cuando esta misma amiga, ya viviendo en el exterior cumplió años, ilusamente convoque a todos sus amigos, familiares regados por el mundo, a que a una misma hora nos encontráramos en un chat para desearle feliz cumpleaños, llegamos todos, unos más puntuales que otros, pero estábamos 10 personas esperando que la cumpleañera se conectara, nunca lo hizo, luego recibimos todos un mail que decía algo así: a quien se le va a ocurrir que voy a usar 10 min de mi día de cumpleaños para conectarme a internet?. Cabe destacar que en ambas ocasiones me sentí bastante tonta por proporcionar atención a quien realmente no la necesita, y mucho menos la aprecia. No volví a organizarle nada.
En una oportunidad había quedado con otros dos amigos de encontrarnos para asistir a un evento gremial. Uno de ellos, profesor de la universidad, tenía entrega de tesistas –cosa que nunca me dijo, porque suele invitar a cualquier arquitecto como jurado a sus entregas pero jamás me ha invitado a mí- el otro tenía ganas de “ir a ver las entregas de tesis” – este término se refiere a pasear por los diferentes pisos de la escuela a mirar las entregas de todas las unidades docentes-. Quedamos en ir primero a la universidad y luego irnos a la fiesta. Este par de amigos me dejaron esperando a las afueras de un peligroso centro comercial caraqueño durante 4 horas, diciéndome durante las primeras 3 horas, cada 15 minutos que ya estaban saliendo, la última hora ya estaban caminando hacia su vehículo, luego desistí de esperar y me fui a la fiesta. Al rato de estar en la reunión me sorprenden llegando, esperando celebrar conmigo -no sé realmente si uno puede celebrar un embarque- y me entero que efectivamente después de terminada la entrega, a la cual no me invitaron a participar, se fueron a dar una vuelta por las demás unidades para ver que tal. Lo que me resultó más increíble de todo, es que a ellos les parecía que no tenían que disculparse por nada, que mi rabia y mi molestia no tenía nada que ver con ellos. Solemos vernos a menudo, pero ya no soy yo quien invita, ni quien espera.
Hay algunos amigos muy queridos que viven lejos, son una familia que no suele venir junta a esta ciudad. Antes cuando vivían en Caracas era usual verles al menos una vez a la semana, los visitaba, les conversaba, comíamos, bebíamos, charlábamos etc. Suelo visitarlos en mis vacaciones cuando voy a la ciudad donde ellos viven, siempre les llamo, les escribo antes de ir, me da ilusión verles, ver como dos amigos formaron una linda familia. Sin embargo un día sufrí la desilusión de saber que vinieron todos –mamá, papá e hijo- y no me llamaron para avisar, por lo tanto no los vi. Sé que a veces es difícil en una ciudad como esta, cuadrar, encontrarse etc., pero creo que es posible hacerlo siempre, siempre y cuando exista la intención. Realmente no es una ilusión reciproca, la de vernos.
Una herida profunda que no se quitará con facilidad es no haber bautizado al hijo de mi hermana de corazón, porque tenemos hermanos que nos pone la familia y hermanos que nos escoge el destino. Por alguna razón que realmente no me importa y desconozco, su padre decidió que sus padrinos serían sus abuelos, porque según los padrinos son quienes velarían por el niño en caso de que falten los padres (sí esa es la razón de ser padrinos pero igual los abuelos van a estar ahí siempre) además de crear lazos entre las generaciones, de hacerse compadres, hermanos vinculados por el cuidado de la atención de un pequeño. Menos mal que unos años más tarde nació Aquiles, quien sí es mi ahijado –no es hijo de mi hermana de corazón, pero sí lo es de alguien que realmente me aprecia y quien verdaderamente me necesita- aunque no hayamos hecho la ceremonia, será por él, que vele en caso de que algo le faltase, será la piñata y el niño jesús que cuide con mayor esmero y organice con suprema alegría. Es de su pequeñita boca de quien oigo hasta derretirme un: Marrina!!! cada vez que lo veo.
La más reciente de las decepciones amistosas es por mezclar la familia y la amistad, o por extender las manos sobre el fuego por alguien que no vale la pena y que es capaz de pisotear su propia palabra y compromiso. La familia de mi madre tenía un apartamento vacio durante 7 años, una sucesión de donde vivía mi abuela, luego de mucho insistirle a mi mamá le alquilo -por un precio irrisorio y muy distante de cualquier costo de mercado- a un amigo mío de la universidad, a quien conocíamos para ese momento desde hace 7 años y quien me prometió que no iba a poner ningún tipo de problemas cuando se necesitara salir. Pasados 5 años y cuando nunca se les había aumentado el alquiler se les solicitó la desocupación, por ley le correspondían 2 años para salir, lo cual respetamos a fin de que esta persona sin techo y su pareja, ambos homosexuales, que no tenían donde vivir, encontraran un buen lugar donde mudarse. Cuál es mi sorpresa que vencido el plazo de espera este amigo se niega a salir, argumentando que él por estar alquilado allí tiene prioridad para la compra, a pesar de que había firmado una renuncia a la compra un año antes, pasaron 3 meses y seguía sin intenciones de salir, sin buscar y obviamente sin encontrar, porque: -no conseguía algo que pudiera pagar. Vale destacar que en esos dos años aumentaron mucho los alquileres y que lo que él podía pagar, en la actualidad, solo alcanzaba para una habitación. Es cuando decido, por primera vez en esos 7 años de alquiler, intervenir y solicitarle a mi “amigo” que salga del apartamento, me dí la tarea de comprar el periódico a diario, meterme yo a buscarle apartamento, perder yo mi tiempo ,en esa ardua labor, porque él no tenía tiempo de hacerlo por sí mismo, así pasaron 3 meses. Cuando ya la situación se hizo insostenible por los reclamos de las otras partes involucradas en la sucesión, mi madre decide presionar por medio de un abogado para agilizar la salida. La ultima vez que lo ví fue cuando tuve que ir a una reunión con el abogado de él, el abogado de mi familia, mi madre, mi hermana y él, a ver como esta persona no me hablaba, no me miraba, hacía caso omiso a mis reclamos de su palabra dada de que eso no iba a suceder, no hablaba solo lo hacía su abogado. Además al preguntarle porque me había eliminado de todas las redes sociales que compartíamos, me respondió que necesitaba alejarse, no sé quien le dio esa idea de que se alejara de quien le brindo protección y techo durante 7 años, tal vez fue su abogado, espero que su abogado sea ahora su amigo, porque personas sin palabra, sin ética y sin valores no las necesito como amigas. Finalmente salió, más sin embargo conservo la llave por un mes a fin de que se consumiera el depósito, dejó cuentas de 3 meses por pagar de condominio y la línea telefónica cortada, tal como nuestra amistad.
Una cosa recurrente por la cual he tenido diversas discusiones con amistades, es mi irrestricta negativa a hablar de la política nacional, con quienes por cualquier causa han decidido salir del país a probar suertes, construyendo patria en tierras lejanas. Es de mi opinión que si se ha tenido el “valor” de montarse en un avión y abandonar esto “que se lo llevó quien lo trajo”, esté país sin remedio, en búsqueda de futuros mejores, poco realmente le importa la merde que comemos quienes nos hemos quedado acá levantando de las cenizas lo que se ha quemado. Quienes realmente vivimos este país día a día con sus virtudes y sus errores somos quienes tenemos derecho a hablar, opinar o juzgar lo que acá suceda, a menos efectivamente que desde la lejanía cumplan con su derecho y deber del voto.
Tal vez sí, es que soy demasiado severa, o es que espero demasiado y me desilusiono con facilidad cuando lo que espero no es cumplido. Pero es que también era, antes, antes de que estas cosas recurrentes sucedieran, demasiado prestas a dar. Tan poco me importaban ciertas cosas, que podía pasar 2 horas dejando a mis amigos en sus hogares antes de llegar al mío luego de las salidas nocturnas, para darme cuenta de que ahora cuando muchos de ellos ya cuentan con vehículos para transportarse, no son capaces de venir por mí de voluntad propia, debo rogarles y dar explicaciones de cuando no deseo usar el carro, claro esto rara vez ocurre, ya que han sido muchas las ocasiones en las que a ellos les ha dado fastidio venir por mí y me he quedado en casa sin salir, para darme cuenta al día siguiente en alguna conversación: lo bien que la pasaron anoche en la fiesta.
Pero igual tengo buenos amigos, eso creo. Hoy al escribir esto espero que lleguen varios amigos que viven lejos, espero que se queden a mi cumpleaños, espero que lo recuerden, espero ver a esos niños que no son mis ahijados, espero que quieran verme tanto como yo quiero verles a ellos, espero que nos reunamos, espero que visiten mi casa, espero que me traigan recuerdos (como yo les llevo a ellos siempre) espero, espero tantas cosas que a la vez no quiero seguir esperando nada, porque el que espera corre el riesgo de no recibir nada de lo que espera. Espero no esperar nada, de quien nada tiene a bien darme.
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