Asomados estamos

Este espacio se manifiesta como un laboratorio de reflexión, personal y profesional de mi cotidianidad, que les ofrezco para su entretenimiento.

Espero lo disfruten

2.2.10

Los Museos que piden vivir




Entendemos el museo como ese espacio institucional que ha evolucionado desde el gabinete de curiosidades de la Ilustración -donde se almacenaban, catalogaban y exhibían los objetos- hasta nuestros días. Sin embargo mucho se ha bregado y aún falta por andar para la construcción del ideal contemporáneo de museo, el que la sociedad actual en constante evolución y con necesidades cambiantes, demanda.

La evolución de las necesidades que posee el Museo contemporáneo asumidas como reto, son las que motivan esta reflexión. Encontramos que se puede hablar de museos vivos, museos muertos, museos vivibles y museos vividos, en función de la naturaleza de las exposiciones y de los resultados que estas tengan con el público – la sociedad a la que sirven-.

El museo en el sentido estricto de la palabra se entiende como ese lugar donde se guardan, conservan, investigan, estudian y se exhiben colecciones de objetos de cualquier índole -artísticos, científicos, curiosidades, etc.- que posean un valor cultural para la evolución y desarrollo del conocimiento humano; son fundamentalmente instituciones sin fines de lucro, abiertas al público que prestan un servicio a la sociedad.

Justamente en esa vocación de servicio a la sociedad que todo museo se debe, es donde radica el que este sea considerado una institución muerta, viva, vivible o vivida.
Hablamos de museos muertos cuando estos se convierten en sarcófagos de los objetos o de las ideas que exhiben, cuando las exposiciones no son visitadas con la afluencia necesaria para que sirvan de efectivos comunicadores de experiencias a la sociedad. Un museo muerto adolece de propuestas y por consiguiente no genera ningún o poco interés.

En culturas como la venezolana, en la que asistir semanalmente a un museo, como espacio de esparcimiento, es en la actualidad estadísticamente insignificante comparado con lo que representa el centro comercial como lugar de preferencia, esto hace que la actividad museística deba esforzarse mucho más en presentar una oferta cultural interesante, que además de ser gratuita, cumpla con las expectativas de un público desinteresado y desinformado.

La concurrencia al museo venezolano -que en otros tiempos fuese una actividad que muchos disfrutaban- atraviesa en estos momentos una de sus más profundas crisis. El museo como producto de mercado, no es apetecible, ha dejado de llamar la atención. Sumado a esto existen políticas culturales de estado que imponen, de maneras sutiles o directas, criterios curatoriales que van en detrimento de la exploración artística e investigativa y que se traducen en vanos ejercicios, los cuales no llegan a cumplir con una función social y no representan interés del colectivo. Dejando el espacio del museo vacio y ausente, en donde la presencia impositiva del estado ahuyenta a los naturales visitantes. Es cuando decimos que el museo pasa a ser un museo vivido, vivido solamente por un estado que lo obliga a exhibirse como él no quiere ser y como nadie quiere que sea. Lo lamentable es que el lugar museo como centro de esparcimiento, de difusión de cultura y de experiencia, que posee una vocación ritual, queda deshabitado pasando a ser un espacio agónico, sin público que lo viva -perdiendo su noción de lugar-. Tal vez la ausencia de institución museística, o mejor dicho, la usurpación por parte del estado de los quehaceres del ámbito museístico está alejando definitivamente a los diversos públicos del museo.

El museo vivo que es vivible, sentido y apreciado nace de iniciativas de la sociedad o del estado cuando promueve la satisfacción de las necesidades de un colectivo, que es quien lo activa y lo hace presente y presencia en sus actividades cotidianas. En el vivir al museo está implícita la noción de habitarlo, de hacerlo propio y es de esta manera cuando el museo, como institución, deja de ser simple reservorio para relacionarse y formar parte como ente activo de la sociedad.

Paradójicamente, en la actualidad otros espacios culturales han venido tomando el lugar del museo en la sociedad. Nuevos espacios culturales alternativos y nacidos de iniciativas privadas, presentan una oferta cultural atractiva. Se han generado espacios que cautivan, con su esencia y sobriedad, a un público ávido de propuestas curatoriales innovadoras. Estas galerías, fundaciones o similares, son los lugares de peregrinación de un público selecto, que busca por snobismo o curiosidad, aproximarme desde perspectivas no convencionales a la diversa propuesta cultural. Son sin embargos lugares elitescos, con intereses particulares y fines privados, que a pesar de pretender servir de difusores y promotores de la cultura, no logran llegar completamente a la sociedad, viendo reducido su radio de acción a pequeñas comunidades. Sin embargo y, a pesar de la multiplicación de estos espacios culturales, los mismos no deben pretender nunca sustituir al museo como institución, ya que es evidente que solo alcanza a un público determinado, y no a toda la sociedad que está sedienta y anhelante de aproximarse libremente a la cultura.
El museo, dentro de nuestro entender, debe ser, entre muchas otras cosas, una institución pública al servicio de la sociedad, pero no al servicio de una parte de la sociedad, o de lo que se obliga a ser una parte de la sociedad, sino que nos abarque a todos sin exclusiones.

La cultura museística en Venezuela se encuentra en pronóstico reservado; su rescate en cuestión de vida o muerte. Los museos como instituciones no pueden ser carentes de ideologías; su deber ser, es ser ideológicos que no es lo mismo que ideologizantes. Los archivos de los cuales está formado el museo no deben obedecer a criterios curatoriales particulares o gobierneros, los archivos que constituyen las colecciones de los museos deben ser operados con ética y mística donde exista una libertad de acción y se respete la pluralidad de pensamiento. Esto se evidenciaría en propuestas curatoriales atractivas y atrayentes, lo que desde nuestro punto de vista fungiría como el rescate, que bastante falta le hace, a la institución museística venezolana.