Asomados estamos

Este espacio se manifiesta como un laboratorio de reflexión, personal y profesional de mi cotidianidad, que les ofrezco para su entretenimiento.

Espero lo disfruten

26.7.09

Cartas de amor y odio

Sin Ti

Escucho una y otra vez las melodías de tu disco. El que está en el reproductor desde el viaje a la playa. Ese mismo que parece acompañar el sentimiento indefinido que llevo profundamente a todas partes.

Espero una llamada, una señal que me diga que estas allí, pensándome. Pero eso no sucede. Sé que no es por mí tu distancia, es más porque no te encuentras ni a ti mismo, no logro explicarme si evades mi presencia o tu propia ausencia.

Me reprocho haber escuchado tus palabras más que a mi propia voz. Me evoco a mí misma diciéndote que necesitabas vaciar un poco el corazón, que en el amor, los lutos merecen un largo duelo antes comenzar nuevas historias. Me recuerdo a mí misma negándome a aceptarte, y tú insistiendo en que lo hiciera. Dijiste que estaba superado. Y no lo estaba.

Quisiera volver a sentirme como hace semanas, antes de que ella regresara a perturbarte. Cuando todo era alegría y mi corazón latía fuertemente ante cada encuentro. ¿Recuerdas esos días? Yo cierro los ojos y vuelven como una frágil humareda a mi memoria. Me acicalo cuidadosamente antes de nuestro encuentro y cuido cada detalle de mi cuerpo para parecerte preciosa. Estoy inquieta. Has llegado como siempre a la hora. Parece que me escucho reír a grandes carcajadas, el tiempo transcurre sin que me percate de su paso. Nadie existe más que nosotros. Siento cómo mis pies andan sin que yo guíe su camino y permanezco montada en un globo de aire cálido que tú elevas con tu aliento. Pero dejaste de exhalar y empecé a caer. El aire se enfrío rápidamente, y lo peor y más temido, me dejaste de pensar. Fue mentira que dirías todo. Tuve que extraerte a cucharadas esa temida confesión. Ya lo intuía, algo en mí lo sabía. La escasez de tus caricias me reveló que este templo era solo de paso, que tu querencia era ese otro cuerpo que habías poseído con ansiada pasión.

Ahora empiezo nuevamente la tarea de llenar mi vacía agenda. A colmarla de vanas exhibiciones sociales, vinos e inauguraciones, fiestas, de amigos por instantes, de copas en el bar, de ausencias. Tu ausencia. Viene entonces esta temida soledad con apellido, una soledad que lleva nombre. Tu nombre. Una soledad que te piensa. Prefiero, sí, la otra, la soledad sola, la ignorante, la sin dueño, la soledad de antes. La que no te conocía. Aquella para la que no existían tus recuerdos. La que era mía solamente.

A ratos siento que no hubo tiempo para que me ilusionara, pero me pasó. Por más que trato de olvidar esas semanas de redescubrimientos, de permisos dados a mí por mí, no lo logro.

Espero todavía cada día esa llamada de buenas noches, los lindos mensajes de felices días, las insistentes comunicaciones a media mañana, y el ponernos de acuerdo en las tardes. Extraño el cine en tu compañía, las controversias de arte en las galerías, las amenas conversaciones, las comidas en conjunto, las eternas películas comentadas en DVD, la cena lista al llegar a casa. Extraño dormir unidos. En fin, extraño la compañía. De ti.

Hoy solo quiero dormir, porque ese es el único instante en que no te pienso. Despertarme y sentir que tus caricias me recorren sigilosamente, que tus brazos son mi almohada y tu cuerpo mi cobija, sentir que tu ausencia es solo un terrible sueño.

Marzo 2005

1 comentario:

Fabián Coelho dijo...

Interesante. Me paseaba por la web y me encuentro con esta abrumadora confesión de soledad y melancolía. Una suerte de espejo desenterrado de la arena. Un hallazgo de tristeza que me recuerda que esas cosas pasan en el mundo todos los días, y que no es para tanto, no.